La primera vez que escuché la palabra autoestima fue en el colegio, probablemente en el primer año, cuando las profesoras sabían que literalmente todas las estudiantes estábamos perdidas en la vida, enfrentándonos a cambios físicos, hormonales y presiones sociales para las que no estábamos preparadas.
Las buenas profesoras entre clase y clase sacaban un ratito para conversar temas importantes como el amor propio, el embarazo adolescente, el uso de sustancias prohibidas, enfermedades venéreas, el cuidado de nuestro cuerpo, entre otros.
Pero al final con el transcurso de los años, las experiencias vividas, los sustos y el ejemplo de las amigas que tuvieron que enfrentar situaciones, que no les correspondía vivir a su edad, todas nos vamos haciendo una idea de lo que está bien, de lo que está mal y poco a poco nos ponemos límites que también vamos traspasando para ponernos nuevos topes.
Sin embargo, aunque vamos aprendiendo, a las buenas o las malas, hay algo que considero es lo más importante en la vida de todo ser humano, nos acompaña siempre y aún así es lo que más nos cuesta desarrollar de forma positiva.
El autoestima, es esa palabra cuyo significado conocí en la adolescencia pero que desarrollar me ha costado el resto de la vida.
Cuando tenía 15 años, recuerdo sentir vergüenza al verme al espejo delante de mis compañeras, en ese momento habíamos comenzado experimentar con el maquillaje y aprovechábamos los recreos para maquillarnos unas a otras, unas con mejor pulso y gusto que las demás.
Sin embargo aunque el maquillaje era un elevador de autoestima instantáneo, era solo una capa de color para intentar sentirme menos fea.
Supongo que el colegio es ese momento en la vida en el que sos popular o simplemente pasás desapercibida. Es ese momento en la vida en el que se supone tu busto va a crecer, tus caderas se van a ensanchar, vas a tomar forma de mujer, tendrás conflictos amorosos y los chicos se pelearan por vos, ¿o no? Hmmm definitivamente no fue así para mí, ni para millones de chicas en todo el mundo. Al final es la idea que nos venden pero definitivamente es muy alejada de la realidad.
Nunca me sentí identificada con los dramas adolescentes de las novelas mexicanas o de las series gringas, pero de alguna forma si con Betty la fea, quién al final tuvo que transformar su apariencia física para aceptarse ella misma.
Aunque todos hablemos de tener una buena o alta autoestima, construirla, pero sobre todo mantenerla siempre positiva, no es tarea fácil.
En el camino de la vida encontraremos obstáculos de todo tipo para sentirnos siempre menos que las demás. Y erróneamente podemos depositar nuestra autoestima en el nivel de aceptación que tengamos por parte del género contrario.
Y lo equivocado de poner nuestro amor propio es las manos de los demás, es que si no logramos amarnos a nosotras mismas primero, nadie más lo hará de la forma en la que lo esperamos. Pero aunque esta frase parezca disco rayado, como cuesta arraigarla en nuestro corazón.
A mis 34 años hay días en los que despierto y siento que me veo horrible, días en los que mi colón se inflama y parece que tengo 4 meses de embarazo, días en que el pelo no se acomoda por más que intente peinarlo, días en los que mi rostro se ve cansado aunque haya dormido toda la noche, días en los que me duele agacharme por la falta de ejercicio, días que me siento inútil, poco productiva, una carga, fracasada y frustrada.
Hay días que mi amor propio se va al suelo, pero hay otros en los que me siento invencible, poderosa, exitosa, empresaria, escritora, fotógrafa y hasta modelo. Hay días en los que mi estómago se porta bien y la comida no me infla, días en los que me puedo poner ese pantalón o vestido ajustado que tanto me gusta, días en los que despierto peinada y con el rostro fresco, días en los que hago negocios, ventas y produzco como loca, días en los que no quiero parar, días increíbles en mi vida en los que no me cambio por nadie.
Los días difíciles son solo eso, días emocionalmente complicados de llevar y los sufrimos todas.
Pero lo importante de los días malos es intentar hacer algo para mejorarlos, no permitir que esas ideas negativas se apoderen de nuestros pensamientos y nos ahoguen en un abismo de abandono y desamor.
Si hoy te sentís fea, haz algo para sentirte bonita, si hoy te sentís gorda, intenta comer más liviano, si hoy estas triste intenta analizar la razón real de lo que te tiene así y valida si lo amerita o es algo que podés solucionar o superar, si hoy te sentís frustrada laboralmente, mira hacia atrás para que veás hasta donde has llegado pero también mira hacia adelante para definir tus nuevos objetivos laborales, si hoy te sentís pobre pero tenés un plato de comida, un techo, salud y a tu familia con bien, tenés mucho más que otras personas.
Si hoy estás deprimida, no te querés levantar de la cama, llevás días sin bañarte y solo querés dormir para “desaparecer” es mejor que busqués ayuda clínica, estar deprimida no es malo, lo malo es no buscar ayuda o dejarnos ayudar.
La autoestima es una percepción de nosotras mismas que debemos construir todos los días, es un reflejo de cómo nos sentimos sin importar la edad, el físico, ni las situaciones.
La autoestima es esa herramienta que nos hará caminar con seguridad y la frente en alto, aunque el camino esté lleno de obstáculos.
Una buena autoestima se proyecta de adentro hacia fuera, de vos hacia los demás.
Lo importante es que te sintás bien con vos misma, sin perder la dignidad y el respeto propio, sin humillar ni maltratar a alguien más en el camino.
Porque cuando llegue alguien con una autoestima en teoría más “alta” o más “positiva” que la tuya, pero quiera intentar hacerte sentir mal o menos por la razón que sea, ese comentario o actitud negativa no te va afectar, no se va a quedar en tu corazón y tampoco sentirás la necesidad de defenderte, porque ya conocés tu valor y sabés que no depende de los demás, si no, únicamente de vos.
Por lo que te pregunto ¿cómo está tu autoestima hoy?
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Chaoooo
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