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Hace poco, me enfrenté a mi pasado, se apareció de frente, así sin avisar y sin preguntarme si podía volver, solo lo vi cara a cara.
Lo más divertido de todo es que en el momento no recordé nada, solo vi un rostro conocido y dije --Hola-- con mi más sincera forma de saludar, pasaron como 15 segundos y luego recordé todo lo que esa persona había representado en mi vida.
Después de saludarnos, conversar un poquito y actualizar nuestro estatus de vida, me sentí inmensamente feliz.
Mientras hablaba con él, una sonrisa se dibujo en mi alma, y mi rostro intentaba no reflejar esa alegría gigantesca que sentía por dentro.
Era la alegría de haber superado la prueba, de verme fuerte, distinta, cambiada y plenamente feliz y de que esa persona de mi pasado, no era parte de mi presente.
Soy más feliz ahora, de lo que pensaba podía ser, soy más feliz ahora, al ver como sucedieron las cosas y soy más feliz ahora de haber tomado la decisión correcta, aunque esa, me doliera en el momento.
Ordenando cosas, encontré algo que había escrito de ese pasado que hoy volvía a mi vida. En un cuaderno, donde depositaba mis más sinceros pensamientos, todas las letras estaban llenas de tristeza y de un dolor profundo que me punzaba casi todos los días. Era el dolor de un amor no correspondido, una situación con una tonalidad llena de desilusión.
En resumen, yo no le gustaba a esa persona lo suficiente, como para intentar tener algo más conmigo.
Podíamos hablar horas hasta la madrugada, nos reíamos y la pasábamos bien cuando estábamos juntos, pero esa relación extraña nunca llegó a ser nada más, que una ilusión que yo construí en mi cabeza.
Y eso nos pasa a todos, nos hacemos ilusiones y creamos historias de amor ficticias basándonos en una realidad que no existe por completo, negando la real, que simplemente no queremos ver.
Cuando leí lo que había escrito hace años, me sentí mal de ver que esa persona triste, que se sentía sola y que parecía buscar un poquito de amor, era yo.
Que esa persona que no se sabía valorar como mujer, como un ser valioso, que estaba empezando a perder la dignidad y a mendigar el amor, esa persona oscura, era yo.
Fue un poco raro leer mis sentimientos, pero fue más triste leer mis anhelos, mis deseos, lo que quería para mi vida, y el tipo de amor que quería encontrar.
Mientras leía ese cuaderno, vi mi mano izquierda con un anillo y me di cuenta de que todo eso que mi corazón anhelaba y no tenía en ese momento, se había cumplido, y ahora es mi realidad.
Con una persona totalmente distinta a la que había en esas páginas, no solo el príncipe había cambiado, sino también la mujer.
Después de eso, me hice más fuerte, aprendí aceptar que yo no le gustaba tanto, aprendí a que debía dejar ir lo que no tenía, y debía superar ese dolor intenso que nos deja el desamor, aunque solo fuera un amor vivido en mi cabeza, era fuerte y lo deseaba, pero no era real. Yo lo construí como algo platónico que no se puede tener y por eso parece mágico, perfecto, pero intangible.
Con el pasar de los años y después de cometer más errores y aprender de ellos, encontré la promesa cumplida de eso que anhelaba. Era ese amor con el que soñaba, pero era aún mejor, por que mis sueños no llegaban a tanto y la realidad era aún más increíble que lo que mi mente podía imaginar.
Soy más feliz ahora, porque solté lo que no tenía para continuar y encontré un tesoro creado solo para mí.
No vale la pena aferrarse a lo que no puede ser, y a todos nos pasa, nos quedamos ahí, arrastrando amores, pensando en lo que hubiera sido, en los planes que nunca se dieron, en las palabras bonitas que se dijeron, pero que no tuvieron un hecho que las confirmara.
Creo que así somos los seres humanos, seres que les gusta vivir la magia, pero que les cuesta encontrar la realidad. Seres que arrastran anhelos y se pierden en los deseos, que muchas veces nos amargan el alma con sueños no cumplidos y amores que no existieron.
Soy feliz de haber continuado mi vida, soy feliz de que me doliera ese momento, soy feliz de haber continuado con una herida que me hice yo misma, pero que también yo misma aprendí a sanar.
Soy feliz de haberme convertido en una mujer más fuerte y más inteligente emocionalmente, que aprendió que el amor no se mendiga, que aprendió que se sale adelante una vez más y que lo que se anhela algún día llega, pero hay que cambiar, cambiar el príncipe, cambiar la historia y cambiar de princesa a guerrera.
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