Que chiva entrar al Cole, el primer día de clases es un miedo revuelto con emoción y un montón de maripositas en el estómago.
Que chiva no tener que pensar en nada más que hacer amigos, escoger los cuadernos, hacer las tareas, estudiar y salir bien en los exámenes.
Cuando yo entré al colegio, el internet no era como el de ahora, nadie tenía celular y recuerdo que para hacer un trabajo de investigación teníamos que andar buscando en bibliotecas públicas, enciclopedias Océano y en mi casa teníamos Encarta 98, toda una herramienta tecnológica.
Para no sacar las cuentas mejor les digo que en el 2002 salí de quinto año del colegio, me sentía tan grande, que todo lo sabía, con tantas ganas de sentir la libertad, de elegir una carrera, entrar a la universidad, de vivir la vida, de ser mujer.
En el colegio mis amigas y yo éramos niñas buenas, una o dos tenían novio y si hacían algo con ellos, no lo contaban, pero a nosotras nos encantaba saciar nuestra curiosidad con la Revista tú y la Revista Cosmopolitan, esa si que nos dejaba pensando o queriendo más.
Estuve en un colegio de mujeres y creo que eso ayudó al menos en mi caso, a que las relaciones con los muchachos fueran un poco más difíciles o menos accesibles. No había contacto con ellos en el Colegio, sin embargo muchas tenían novio desde séptimo, otras dieron su primer beso en octavo y otras como yo, se apuraron para no pasar a quinto año sin haber dado un beso, aunque fuera a un feo.
Esa era mi presión social, pero todas queríamos vivir.
Todas entramos al colegio siendo niñas, pero salimos siendo mujeres, son cinco o seis años de una etapa muy linda, pero donde muchas quieren convertirse en la mujer que aún no les corresponde ser.
A unas se les ensanchan las caderas, a otras les crece el busto, algunas se hacen más altas y a todas les viene la regla, pero esto nos pasa en momentos distintos, porque cada cuerpo tiene su propio momento de desarrollarse.
Pero ninguno de estos cambios físicos nos convierte en mujer. En una mujer emocionalmente preparada para afrontar la vida, en una mujer que puede abrir su corazón, soportar que se lo rompan y sanarlo, en una mujer que quiere vivir un sueño pero tiene que cambiar sus planes, en una mujer que se cae, se levanta, se vuelve a caer y se vuelve a levantar, en una mujer que aprende a quererse a ella misma, a tener autoestima, a verse bonita frente al espejo y en una mujer que tiene que aprender con los golpes que da la vida.
Ser mujer es mucho más que tener un cuerpo o una cara bonita, que gustarle a los muchachos, o que empezar a tener relaciones sexuales. El cuerpo puede estar preparado, pero la mente no.
Aunque a nuestras abuelas las casaran a los quince años y quedaran embarazadas a los dieciséis, ellas seguían siendo niñas y lo mismo pasa actualmente. El hecho de tener un cuerpo bonito o desarrollado, no nos convierte en mujeres, no estamos listas para perder la inocencia.
A las niñas que se están convirtiendo en mujeres, que sienten cambios en su mente, en su cuerpo y en su corazón, solo quiero decirles que se cuiden, que sean inteligentes, que piensen antes de actuar, que hablen con alguien mayor que las quiera de verdad, que quiera su bien y no aprovecharse de ellas, busquen consejo en personas con un poquito más de sabiduría. Es cierto que con los papás es más difícil hablar de temas incomodos, pero ellos ya tuvieron su edad, ya pasaron por ahí, se equivocaron, aprendieron y salieron adelante, además son las únicas personas que las quieren con el amor más puro y verdadero.
Cuidarse no es usar condón, no es no quedar embarazada, no es salir de noche y regresar bien a la casa, no es no emborracharse demasiado. Cuidarse es cuidar el alma, es no entregar el cuerpo, es no exponernos, es no sentirnos mal o vacías después de hacer algo que en nuestro interior sabemos que no debíamos hacer.
No se vale que nos usen pero se vale menos, que nos dejemos usar.
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