Ya te he contado como el término “señora” me deja en shock cada vez que alguien se refiere a mí con esa palabra, siento que yo todavía me veo joven, para que me digan así.
Cuando me dicen “señora” en un contexto formal, como por ejemplo si estoy hablando con un vendedor o alguien de servicio al cliente, no me siento mal, porque entiendo que es una cuestión de respeto, e incluso desde mis 20’s me decían así.
Pero ahora, con casi 35 años, que me digan “señora” me causa corto circuito en la cabeza, sin embargo hoy les quiero compartir 10 comportamientos que yo hago y que me hacen sentirme como una señora.
A ver si vos te pasa lo mismo:
1. Despertar en la mañana, ver que está soleado, y que el primer pensamiento sea lavar ropa.
¿Cuándo, en la vida de soltera que vivía en la casa de mis papás, pensaba algo así? ¡Nunca! A lo mucho lavaba los sábados y lo hacía en la mañana para tener el resto del día libre.
Sin embargo creo que este pensamiento de señora es debido a que yo no tengo techo en mi patio, y aprovechar el sol de las mañanas antes de que empiece a llover, muchas veces puede significar tener o no tener ropa interior limpia para la semana.
Y aunque no es mi caso, si vos sos de las que pensás en lavar en la noche porque la electricidad es más barata, creo que estás cayendo en el pensamiento de señora.
2. Sentir una culpa extraña porque la casa está sucia o desordenada.
Ya sea que haya salido todo el día a trabajar o me haya quedado en casa, si la cocina o la sala están desordenadas, de alguna forma extraña siento culpa o responsabilidad. Ganas de limpiar no siento, pero sí, una necesidad de hacerlo.
Y es que cuando la casa está limpia, todo se siente más bonito, se respira paz y tranquilidad, pero cuando todo está desordenado o sucio, especialmente en la cocina, siento el ambiente pesado, y les juro que de soltera esto nunca me pasaba, mi única responsabilidad de limpieza era mi cuarto y aún cuando estaba desordenado yo nunca sentí culpa.
3. Asignar un día a la semana para la limpieza del hogar.
Si, esto es una clara señal de que todas nos estamos convirtiendo en señoras.
Normalmente podemos pensar en que el sábado es el día de limpieza, sin embargo es probable que ya hayamos experimentado que echarnos encima toooda la limpieza de la casa en un solo día, es bastante cansado.
Sin embargo por cuestiones de trabajo, el fin de semana, se convierte en el momento perfecto para limpiar. Ya no para salir o para sobrevivir la borrachera, no, ahora es para limpiar.
4. Descongelar carne o pollo para el almuerzo del día siguiente
Ayyy como me reía de una compañera de trabajo que siempre estaba pensando en lo que iba a llegar a descongelar para la comida del día siguiente.
En ese entonces yo tenía 24 años y me parecía una total locura y pérdida de tiempo, ese tipo de pensamientos. Pero bueno ella estaba casada y tenía un hijo. En cambio yo era soltera, vivía con mis papás y mi máxima preocupación era gustarle al muchacho que me interesaba en ese momento.
Ambas, aunque tuviéramos la misma edad, vivíamos realidades completamente diferentes.
Hoy día no es que sea muy planificada con las comidas y las latas de atún siguen siendo mis mejores amigos, pero aún así, a veces he puesto a descongelar carne toda la noche para cocinarla en la mañana y tener listo el almuerzo y si alcanza hasta la cena.
Y sí, sigo pensando que es puro pensamiento de señora, porque en 3 o 4 minutos, el microondas hace esa tarea.
5. Tener plantas
Bueno aquí si tengo que decir en mi defensa que el de las plantas es mi esposo, solamente que yo le he ido agarrando el gusto, aunque soy más de tomarles fotos y verlas, que de cuidarlas, especialmente por las lombrices que me dan miedo y asco.
Pero aún así, me gusta sembrar, comprar macetas bonitas, ir a viveros, usar la tierrita del compostaje y me emociono cada vez que hay flor nueva, sale una nueva hojita o una plantita que sembré, sobrevive.
Pero bueno, de soltera también me gustaba sembrar semillitas aunque nada pegara, pero hasta ahora que tengo mi propia casa y mi propio jardín siento más emoción y felicidad cuando las plantitas crecen.
6. Emocionarse por comprar cosas para decorar la casa
Si, claramente nunca me vi sintiéndome feliz por comprar un sillón o un sartén, pero como parte del proceso, las ferreterías y tiendas de decoración se convirtieron en un parque de diversiones para mí.
Pero es que la alegría que genera comprar cosas para ir dándole forma a esas cuatro paredes que se convirtieron en mi nuevo hogar es indescriptible, y es por eso que cada detalle es importante para marcar nuestro propio estilo.
A mí casa aún le falta mucho en temas de decoración, pero lo principal y necesario ya lo tenemos, aún así cada vez que compramos, remodelamos o terminamos de construir una sección de la casa, mi corazón rebosa de felicidad, y se ha convertido en un gotero constante de alegría.
7. Disfrutar ir al supermercado
Bueno siempre me ha gustado ir al supermercado, de soltera siempre iba pero para comprar solo mis cosas de cuidado personal o cosillas de comer cuando quería hacer dieta o comer algo especial. Pero fuera de eso comprar arroz, frijoles y papel higiénico nunca me había llenado el corazón (pero si la panza, que irónico).
Pero bueno, ahora realmente disfruto el tiempo de ir al súper, me pongo mis audífonos y con lista y calculadora en mano, voy por cada pasillo.
Y de las cosas más extrañas que le he dicho a mi esposo cuando quiere que hagamos las compras juntos, es, que ir al supermercado es un momento para mí sola, un momento en el que disfruto lo que estoy haciendo y en el que no tengo que hablar con nadie, ni preguntarle a nadie si quiere una marca o la otra, yo simplemente elijo todo, aunque obviamente en muchas cosas basándome en los gustos y preferencias de ambos.
Además también disfruto encontrarme a personas que tengo mucho tiempo, incluso años de no ver, y si hay que parar media hora en el pasillo de los congelados para saludarse y conversar, no tengo ningún problema y además me encanta.
8. Cocinar y llevarle a las vecinas
Mis vecinas y familia podrán decir que tengo mucho tiempo de no llevarles nada, sin embargo ellas siempre me están regalando un pedacito o una tacita de lo que hicieron.
Porque siempre es lindo compartir la comida rica que se hace con amor. Créanme que cuando yo cocino, igual me gusta regalar un poquito, pero es que este año entre el cansancio físico, mental y emocional, mi chef interior ha estado muy apagado.
Sin embargo andar regalando lo que se cocina, si es de puras señoras.
9. Agradecer o sentirse feliz cuando alguien me dice “joven” o “muchacha”
Si, dentro de mí sonrío cada vez que alguien me dice “muchacha” e incluso he llegado a agradecerlo.
A veces he pensado que es el anillo de casada lo que me delata, pero la verdad tengo mis dudas.
10. Pensar que mi mamá tenía razón
Recordás cuando tu mamá te decía: - cuando sea grande me va a entender - Bueno si ya entendiste casi todo lo que tu mamá decía, aplicás algunas de sus mismas técnicas con tus hijos o en la casa, creo que es hora de aceptar que nos hemos convertido en unas señoras.
Y que con el pasar de los años y las diferentes situaciones a las que nos vamos enfrentando, es probable que pensemos que nuestras madres tenían razón, tal vez no en todo, pero sí en muchas cosas.
11. Bonus Extra
Si tenés flores o plantas de plástico, con el cuento de que se te mueren o no les pega el sol, definitivamente ya sos una señora, solo te queda aceptarlo.
Si después de leer esta lista, no te sentís identificada pero tenés más de 30 años, tranquila, es probable que aún sigas viviendo en casa de tus padres y no tengas hijos. Y no tiene nada de malo, yo viví hasta los 31 con mis papás, sintiéndome así, soltera y libre por la vida.
Pero si tenés veintitantos y te identificaste con varios de estos puntos, es probable que vivas sola, estés casada o seas madre, y eso te haya hecho madurar y crecer en el camino de la independencia mucho más temprano que otras.
Así que en conclusión no hay una edad para convertirnos en señoras, solo que tal vez de niñas pensábamos que las señoras eran mujeres aburridas con enaguas largas, despeinadas o poco preocupadas por su aspecto físico, y hoy día que nos hemos convertido en señoras, sentimos que esa imagen en nuestra cabeza no calza con la mujer que somos y tal vez por eso, al menos a mí, me cuesta tanto aceptar que alguien más me vea como una señora, porque me hace pensar en cómo me estará viendo para que me diga así.
A mis 34 años me siento feliz, no me siento vieja, pero tampoco pienso como cuando tenía 20, no tengo prisa, aunque a veces me pongo a pensar en el reloj biológico, estoy enamorada de un hombre que me ama con un corazón verdadero y la vida, entre los golpes y las alegrías me está enseñando y moldeando cada día más.
Y sí, soy una señora, pero una señora feliz.
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Chaoooo
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